lunes, 23 de febrero de 2009

¡Típica!

Esta tarde, mientras degustaba la merienda (el pan negro de siempre con la mermelada “light” de siempre) y a la hora habitual en que suelo tomarla, un pensamiento trivial se fijó en mi cabeza: ¡soy tan típica! Y hasta para un hábito tan corriente como la merienda!
La idea, en principio, me pareció insustancial, pero luego comprendí que no lo era tanto, ya que esta característica de mi personalidad se refleja en todos y cada de uno de mis actos, o por lo menos en los más importantes.
Por supuesto que tamaña reflexión no habría de interrumpir mi merienda ni mucho menos, así es que decidí continuar con mi ritmo habitual: terminé el poco de café que me quedaba y rápidamente me alisté para irme a la facultad.
Al salir de mi casa, y tomar el colectivo a la misma hora: el A8 pasa a las 17:42 horas, según expresa el boleto. Al salir de mi casa, les decía, y comprobar que sigo teniendo la misma costumbre de hace muuuchos años atrás: todavía me fijo si el boleto es capicúa! Al salir de mi casa comprendí que mi especulación anterior no era exagerada: soy tan típica que tamaña particularidad de mi ser debía ser analizada con mayor profundidad.
¿Y en qué situaciones soy típica? ¿Soy más o menos típica y dependiendo de qué?
Soy típica cuando salgo a la calle, no sin antes asegurarme de tener el cubre ojeras puesto. Y soy tan típica que cuando llega alguien a mi casa (alguna vez llegó alguien más que interesante), lo recibo en pantuflas y pijama y mientras más demacrada, mejor!
Soy típica cuando en mi afán de tener organizada la vida, compro esa crema con coenzima Q10 que al final termino no usando, antes de que el pote anterior se acabe. Soy tan típica que me anticipo a los hechos y termino con el placard repleto de reservas de perfumería!
Y si hablamos de tipicidad, el primer puesto, sin dudas, los preparativos de mis viajes. En el último, a Mendoza, armé la valija más grande (teniendo en cuenta que me compré un set de cuatro), y a último momento me dio vergüenza ajena y cambié la de tamaño extra large por una más acorde a la estadía: eran sólo cinco días! Si hubieran visto mi cara cuando me percaté de que era demasiada ropa, o demasiada valija, porque igualmente le hice lugar al secador de pelo y a las variadas carteras combinadas con cada uno de los atuendos preseleccionados para cada día y ocasión de la estadía! ¡Típica!
Como verán, rasgos de tipicidad no me faltan. Soy tan típica que no hace tanto, me vi en el apuro de hacer desaparecer mi paraguas escocés mojado en medio de un boliche cien por ciento rock and roll. Era una noche lluviosa, había que caminar un trayecto y no estaba en mis planes llegar hecha sopa! ¡Típica!
Finalmente, y haciendo uso y abuso de mi condición, soy tan típica, que sigo esperando alguna señal de ese sujeto típico que conocí aquel sábado a la noche.
Y podría seguir sumando ejemplos indefinidamente...
Lo cierto es que a veces no reparamos en los rasgos más comunes de nuestra naturaleza. O no nos hacemos el tiempo o no nos interesa. Está demostrado que lo soy: digo, lo de típica, de eso hablo. Soy tan típica, y he llegado a la conclusión de que lo soy y lo seré por el resto de mi típica existencia. Y he arribado a otra conclusión, más interesante y más valiosa: no me molesta serlo!

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