Jésica Bisónica es una chica común de rasgos característicos. Su pelo es lacio, por lo general lo lleva suelto y, solamente una vez, se atrevió a un drástico cambio de look, el que se debió, según indican, a los impulsos de un amor contrariado.
Sus ojos son grandes y oscuros; expresivos, tanto o más que su locuacidad característica. Cuando habla gesticula y se pronuncia con todo su cuerpo. Tiene el don de la palabra justa e ilustrada y, detrás de esa fachada de niña bien, es una leona mordaz e incisiva. Maneja a la perfección el arte de la sutileza y la diplomacia. No obstante, es presa y víctima de sus constantes impulsos que la han llevado a cometer las más impensadas atrocidades. Barbaries relacionadas, la mayoría, a cuestiones amorosas y/o amatorias y/o pasionales.
Jésica siempre está impecable. Se viste a la moda y aparenta estar prolija y acorde a las circunstancias. Casi casi una compradora compulsiva; su afán por la ropa es directamente proporcional a su coquetería. Antojadiza de cada remerita que ve cuando va o vuelve del gimnasio, pareciera que el ejercicio físico incitara tal compulsión. Como sea, es una de las tantas mujeres que canaliza sus sinsabores en la industria indumentaria. No así en la peluquería, a la que sólo recurre cuando ya no puede más con su lacia melena.
Dijimos que era coqueta, sí. Practica localizada desde hace ya más de un año y lo que empezó como una rutina “modeladora de”, se convirtió en uno de sus hábitos predilectos. Su profesor favorito: el de la clase de las 21 horas, que con el objetivo de alentar al alumnado femenino, las llama yeguas o perras en celo, en su defecto. Dichos epítetos, lejos de escandalizarlas, sirven para motivar a la prole a la hora de enfrentar las crueles sentadillas.
Si bien no es una adolescente, ya que objetivamente no estaría en edad de serlo, en muchas ocasiones se comporta como tal. Tiene una edad cronológica que no condice con algunos aspectos de su vida. De hecho, casi nunca le aciertan la edad y los hombres que se le acercan, por lo general, son menores que ella. Una más de las razones que la llevan a seguir sola.
Es sumamente exigente, por no decir exageradamente exigente con ella y con lo que espera de los demás, y se engatusa fácilmente con los masculinos difíciles y contrariados. La señorita Bisónica le hace agua a los tipos accesibles, abiertos y francos. Será que en el fondo no está preparada para asumir ningún compromiso.
Caprichosa e indecisa, dos de sus rasgos sobresalientes. No hay hombre que le venga bien, no hay cartera que le venga bien, no hay nada que le venga bien... siempre tiene que sopesar entre dos alternativas, para terminar eligiendo, claro, la opción más desafortunada.
Blanco de los más variados desencantos, Jésica se rehúsa a aprender la lección, recayendo una y otra y otra vez en las garras de esos sagaces perros que la cautivan. Y aún siendo consciente de tamaña osadía, no cede en sus pretensiones: tal vez algún día logre apaciguar a alguna fiera que valga la pena. Por el momento, se enmaraña y lo padece. Se embrolla, se confunde, recupera el juicio y cae otra vez. Si depositara la mitad de esa energía malgastada en ella... ¡Cuánto derroche, Jésica!
Inteligente, astuta y rápida en todo: números, crucigramas, respuestas, reflexiones... Para cuándo esa misma celeridad llevada a los hombres, mujer! Pocas veces vi tamañas vueltas para dar un pie o un guiño evidente y concreto a un tipo! ¡Basta de sutilezas y cosas no dichas y sobrentendidas! Los masculinos son elementales por naturaleza, y tu agudeza e ingenio para hacerte entender no son ni serán captados! ¡Jamás! A menos que aparezca un varón de esos que ya no hay! Espécimen que seguramente no encontrarás en ninguno de esos reductos nocturnos a los que frecuentas. Los boliches, bares, pubs y demás antros no fueron hechos para tal fin. Las piezas del rompecabezas amoroso, por lo general, encajan en otros ámbitos: oficina, gimnasio, amigos de amigos, portero, cartero, etc. Jamás de los jamases, salvo raras excepciones, una pista de boliche hace las veces de plataforma sentimental “con miras a”.
Jésica Bisónica es la expresividad y el desparpajo en persona. No vacila en manifestar todas y cada una de sus extravagancias verbales; hace uso y abuso de su inconfundible timbre de voz y aprovecha la amplitud de su vocabulario para pronunciarse en todos los sentidos. Utiliza términos que ya no aplican y los impone, tanto así que se ha convertido en casi una referente lingüística entre sus amistades. Es una tipa macanuda y se hace querer, o eso parece, a la luz de las demostraciones de afecto que recibe a diario.
Ama escribir. Teje historias como nadie y su aspiración más profunda nada tiene que ver con la elección de su segunda carrera universitaria. Otra más de las tantas contradicciones que la caracterizan.
Jésica Bisónica es una chica común, más bien peculiar, diría yo. Su pelo es lacio, su voz, inconfundible y rara vez se anima a los grandes cambios. Típica y predecible, así y todo, está empezando a desatar sus nudos. ¡En buena hora, Jésica!.-
Sus ojos son grandes y oscuros; expresivos, tanto o más que su locuacidad característica. Cuando habla gesticula y se pronuncia con todo su cuerpo. Tiene el don de la palabra justa e ilustrada y, detrás de esa fachada de niña bien, es una leona mordaz e incisiva. Maneja a la perfección el arte de la sutileza y la diplomacia. No obstante, es presa y víctima de sus constantes impulsos que la han llevado a cometer las más impensadas atrocidades. Barbaries relacionadas, la mayoría, a cuestiones amorosas y/o amatorias y/o pasionales.
Jésica siempre está impecable. Se viste a la moda y aparenta estar prolija y acorde a las circunstancias. Casi casi una compradora compulsiva; su afán por la ropa es directamente proporcional a su coquetería. Antojadiza de cada remerita que ve cuando va o vuelve del gimnasio, pareciera que el ejercicio físico incitara tal compulsión. Como sea, es una de las tantas mujeres que canaliza sus sinsabores en la industria indumentaria. No así en la peluquería, a la que sólo recurre cuando ya no puede más con su lacia melena.
Dijimos que era coqueta, sí. Practica localizada desde hace ya más de un año y lo que empezó como una rutina “modeladora de”, se convirtió en uno de sus hábitos predilectos. Su profesor favorito: el de la clase de las 21 horas, que con el objetivo de alentar al alumnado femenino, las llama yeguas o perras en celo, en su defecto. Dichos epítetos, lejos de escandalizarlas, sirven para motivar a la prole a la hora de enfrentar las crueles sentadillas.
Si bien no es una adolescente, ya que objetivamente no estaría en edad de serlo, en muchas ocasiones se comporta como tal. Tiene una edad cronológica que no condice con algunos aspectos de su vida. De hecho, casi nunca le aciertan la edad y los hombres que se le acercan, por lo general, son menores que ella. Una más de las razones que la llevan a seguir sola.
Es sumamente exigente, por no decir exageradamente exigente con ella y con lo que espera de los demás, y se engatusa fácilmente con los masculinos difíciles y contrariados. La señorita Bisónica le hace agua a los tipos accesibles, abiertos y francos. Será que en el fondo no está preparada para asumir ningún compromiso.
Caprichosa e indecisa, dos de sus rasgos sobresalientes. No hay hombre que le venga bien, no hay cartera que le venga bien, no hay nada que le venga bien... siempre tiene que sopesar entre dos alternativas, para terminar eligiendo, claro, la opción más desafortunada.
Blanco de los más variados desencantos, Jésica se rehúsa a aprender la lección, recayendo una y otra y otra vez en las garras de esos sagaces perros que la cautivan. Y aún siendo consciente de tamaña osadía, no cede en sus pretensiones: tal vez algún día logre apaciguar a alguna fiera que valga la pena. Por el momento, se enmaraña y lo padece. Se embrolla, se confunde, recupera el juicio y cae otra vez. Si depositara la mitad de esa energía malgastada en ella... ¡Cuánto derroche, Jésica!
Inteligente, astuta y rápida en todo: números, crucigramas, respuestas, reflexiones... Para cuándo esa misma celeridad llevada a los hombres, mujer! Pocas veces vi tamañas vueltas para dar un pie o un guiño evidente y concreto a un tipo! ¡Basta de sutilezas y cosas no dichas y sobrentendidas! Los masculinos son elementales por naturaleza, y tu agudeza e ingenio para hacerte entender no son ni serán captados! ¡Jamás! A menos que aparezca un varón de esos que ya no hay! Espécimen que seguramente no encontrarás en ninguno de esos reductos nocturnos a los que frecuentas. Los boliches, bares, pubs y demás antros no fueron hechos para tal fin. Las piezas del rompecabezas amoroso, por lo general, encajan en otros ámbitos: oficina, gimnasio, amigos de amigos, portero, cartero, etc. Jamás de los jamases, salvo raras excepciones, una pista de boliche hace las veces de plataforma sentimental “con miras a”.
Jésica Bisónica es la expresividad y el desparpajo en persona. No vacila en manifestar todas y cada una de sus extravagancias verbales; hace uso y abuso de su inconfundible timbre de voz y aprovecha la amplitud de su vocabulario para pronunciarse en todos los sentidos. Utiliza términos que ya no aplican y los impone, tanto así que se ha convertido en casi una referente lingüística entre sus amistades. Es una tipa macanuda y se hace querer, o eso parece, a la luz de las demostraciones de afecto que recibe a diario.
Ama escribir. Teje historias como nadie y su aspiración más profunda nada tiene que ver con la elección de su segunda carrera universitaria. Otra más de las tantas contradicciones que la caracterizan.
Jésica Bisónica es una chica común, más bien peculiar, diría yo. Su pelo es lacio, su voz, inconfundible y rara vez se anima a los grandes cambios. Típica y predecible, así y todo, está empezando a desatar sus nudos. ¡En buena hora, Jésica!.-
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