Hace días, meses que no me miro. Hace días, meses que no miro. Voy camino hacia un lugar. Mis manos están frías y más pálidas que de costumbre. Es temprano; el ruido del motor me traslada y me serena. Quizás llegue más tarde de lo pautado a la cita. Seguramente llegaré tarde. No me inquieta. Nada me sobresalta hoy. Será que estoy pero no estoy.
Mientras intento escribir algo que no logro descifrar, mis manos siguen frías y mis garabatos no encuentran sentido. Sigo el viaje; el colectivo acaba de desviar el trayecto habitual: una más de las tantas protestas sociales... Pero nada me sobresalta hoy. Es uno de esos días de ausencia calma. Generalmente vivo inmersa en la vorágine de las obligaciones auto impuestas. Generalmente no hay lugar para el sosiego y la abstracción. Hace tanto que no miro a mi alrededor. Pero esta vez es distinto. Las imágenes detrás del vidrio revelan algo que no había visto antes. Siento el peso de mi cuerpo, pero es un peso liviano, etéreo. Tomo conciencia de cada parte de mi ser y es un estado pleno. Nada me turba. No pienso en nada ni en nadie. Sólo respiro y advierto, pero no distingo. Ni siquiera sé si me gusta sentirme así. Sigo escribiendo trazos instintivos y maquinales, absolutamente irreflexivos. Y podría permanecer el día entero en este letargo. Viajando hacia un no lugar; temprano, siempre temprano, días eternamente claros y fríos, mientras el ruido del motor me traslada y me serena.
9.40. Decididamente estoy llegando tarde a la cita. No me inquieta. Nada me sobresalta hoy.-
9.40. Decididamente estoy llegando tarde a la cita. No me inquieta. Nada me sobresalta hoy.-
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